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El dedo mayor del hijo del sirviente

El dedo mayor del hijo del sirviente


(notas para un cuento o una obra de teatro)
Para Gero, por su dedo mayor...


Hace ya más de 400 años un rey poderoso y dueño de más de 10000 acres mandó a su criado conseguirle un mancebo de no más de 17 años. Su sirviente, un poco absorto, indagó con respeto al rey respecto del fin del mandado. El único requisito especial que se pidió fue que el jóven tenga ojos azules como el cielo y cabello largo hasta la cintura.

Pasaron los días y semanas, todo el reino se enteró de la pesquisa, pues era realmente difícil encontrar un mancebo para el rey. Quien tuviera el cabello largo no así los ojos azules y aquel con ojos como el cielo, cabellos razados como un caballo.

El rey comenzaba a impacientar, y el criado, que ya sabía lo que le pasa a quienes no cumplen la palabra del rey, comenzaba a desesperar. Así llegó hasta Imón. Un brujo viejo, pero astuto, de mediana estatura y cabello negro y brillante como el ébano bien tratado.

Imón, tras meditarlo tres días y tres noches aceptó ayudar al criado. A cambio, sólo pedía una peculiar ofrenda: el dedo mayor del hijo del criado. No dio más explicaciones y se marchó; el precio de su trabajo estaba fijado.

El sirviente meditó. Quedaba poco tiempo, ya se sabía en el reino que en uno o dos días el rey clamaría por sangre. El sirviente meditó. Su vida o el dedo de su hijo. Al fin y al cabo su vida tomó más valor.

A la mañana siguiente cual lo acordado llevó el dedo a Imón. Éste le agradeció y ordenó marchar para su casa y olvidar todo el asunto; del mancebo, de su vida, del dedo, y de Imón. Nunca más deberían verse. El criado absorto, se fue.

Esa misma tarde se anunció en el reino que El Gran Imón se presentaría ante el rey con terribles, pero aliviadoras noticias.

Imón sin temor por su cabeza cenó con el rey y su comitiva. Luego en la sala de estar lo miró a los ojos con rigidez y solvencia. Pronunció las palabras "Isitev ramin ad coreo munor tivo". El rey no dijo nada. Entonces el brujo explicó que había visto en sus sueños al mancebo que buscaba. El rey sonrió ansioso. "Pero no sea alegre mi señor, el mancebo murió." El rey se enojó. Imón con serenidad explicó que Átales, el mancebo, venía por el bosque, en caravana al reino y una jauría de lobos lo devoró. Aseguró Imón conservar en su casa el único rastro del muchacho, el dedo mayor. Imón prosiguió "no enfade ni entristezca mi señor, ¿acaso no cumplió usted su cometido? ¿acaso no está Átales muerto ya?". El rey se retiró en silencio y nunca más vio a Imón. Éste cobró su paga y descansó en su casa.

En la taberna del reino, se sabe ya que Imón nunca planeó mostrar el dedo a su majestad, y que nunca soñó a Átales. El sirviente acongojado deambula por el reino preguntaando por un dedo mayor; aún no entiende el objeto de ése sacrificio.


Fero BA 22/11/09

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