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Fero _ BA 05/11/2011

Y cada vez que se va, vuelve. Por la misma acción, vuelve.

Cuando se fue, con una palabra penetró mis neuronas más íntimas y así, solo quedé.

Esta vez, con un puñal, ni grande ni chico.
Un puñal directo a mi hígado.
Así la grasa comenzó a brotar en mi cuerpo, y cada vez mi piel fue más brillante y resbalosa.

La segunda vez, mucho más pequeño, fue simplemente una aguja.
Pinchó mis pulmones.
Mi respiración fluctuó. Apnea, asma, desmanes, hiperventilación.

Esta otra vez, volvió con un martillo.
Uno a uno pegó a mis dedos y mis pies.
Ya nunca más caminé sin bastón. Ahora rengueo y llevo zapatos ortopédicos.

La cuarta vez una tijera.
Cortó mi pelo.
Desde entonces sólo crece desparejo, sobre manchones y de a diferentes colores.

Una vez más, y ahora trajo consigo un cuchillo.
El vil metal penetró mis partes más íntimas.
Mas no me importó. La energía siempre encuentra su camino para salir.

La sexta vez trajo una cinta.
La colocó en mi boca.
Dejé de hablar, y las palabras sólo fueron un recurso de la mente.

Otra vez más y esta vez fue vaselina.
La untó en mi ojos.
Las cataratas a penas me dejan distingur las luces.

y así, siguió.

Ninguna vez tocó mi corazón, y aún no sé porqué. Tengo sospechas, pero sólo sospechas.
Han pasado ya los años, y siemrpe vuelve, y así como vuelve se va.
Siempre que se va, lleva consigo un pedazo de mi cuerpo como trofeo,
o como un simple juego del cual disfruta de manera sádica
(y masoquista, porque oculta su enorme dolor).

Sé los límites, sospecho el infinito, pero lamentablemente sé los límites.
Están cerca y nada puedo, o nada quiero hacer.
Me espera mi inevitable destino, la resolución: o la salvación o la muerte.
Ambas, casi siempre tan parecidas.



Fero _ BA 05/11/2011

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